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Una persona hospitalizada y con una inadecuada ingesta alimentaria, presenta un mayor riesgo de complicaciones como alteraciones de la inmunidad, retraso en la curación de heridas, disminución de la función muscular y un aumento de los tiempos de hospitalización, con el consiguiente perjuicio para el paciente y su familia y con mayores costos para el sistema sanitario. La malnutrición asociada a la enfermedad prolonga la rehabilitación pos internación, los tiempos de la curación y los de la reinserción social y laboral.

 

En la Semana de la Concientización de la Alimentación por Sonda, que se conmemora del 8 al 12 de febrero, los especialistas subrayan la importancia de que todos los profesionales de la salud contemplen esta modalidad de alimentación.

 

Los motivos por los cuales una persona no puede alimentarse de forma convencional, es decir, ingiriendo alimentos por boca, suelen estar asociados a trastornos de la deglución, aumento de los requerimientos  calóricos y proteicos que no se pueden cubrir únicamente por la vía oral, la imposibilidad de alimentarse por sus propios medios (como ante un estado de inconciencia) y las internaciones en terapia intensiva, todas situaciones que impactan negativamente en el estado nutricional del individuo", afirmó la Lic. en Nutrición Silvia Patricia Jereb, ex presidenta de la Asociación Argentina de Dietistas y Nutricionistas Dietistas (AADYND) y ex jefa del Departamento de Alimentación del Hospital 'Prof. Alejandro Posadas'. 

Entre las condiciones más comunes por las cuales una persona puede llegar a presentar algunas de estas dificultades se encuentran, entre otros, los trastornos neurológicos y neuromusculares, incapacidad para tragar, malformaciones anatómicas o postquirúrgicas de la boca y el esófago y cáncer y trastornos digestivos.

La situación del paciente no tiene que ser necesariamente crítica para recurrir a la alimentación por sonda, técnicamente llamada 'nutrición enteral', sino que es una medida oportuna en cualquier otro momento y, en muchos casos, puede ser solo de carácter transitorio. Entre sus beneficios, permite mantener y/o mejorar el estado nutricional del paciente, agilizando su recuperación: un paciente mejor alimentado tiene mejores resultados clínicos.

"Pensemos en un adulto mayor que sufrió una fractura de cadera y que no se puede mover, al que se le pueden sumar también otros factores como depresión y anorexia, luego de optimizar la vía oral y no poder alcanzar los requerimientos nutricionales, alimentarlo por sonda le asegurará la nutrición necesaria para que se rehabilite rápidamente. También hay niños que tienen epilepsia refractaria y en muchos casos esta modalidad es la única manera de alimentarlos", sostuvo la Lic. Jereb, quien también se desempeña como gerente científica de Nutricia Bagó.

La nutrición enteral no es exclusiva de la hospitalización, sino que los pacientes pueden recibir soporte nutricional domiciliario también una vez que vuelven a su casa con su patología de base estabilizada. Esta modalidad reduce al 50% los costos con respecto al tratamiento hospitalario, además de que acorta la rehabilitación y los tiempos de la reinserción social y laboral.

El soporte nutricional tiene como objetivo cubrir las necesidades del organismo, aportando los nutrientes precisos en cantidad y calidad. Las dos modalidades de soporte nutricional son la enteral (aporte de nutrientes por vía digestiva, como la alimentación por sonda) y la parenteral (aporte de nutrientes por vía venosa).

La sonda de alimentación enteral es un tubo de calibre muy pequeño que ingresa por la nariz y puede llegar hasta el estómago o intestino. Es un procedimiento sencillo, no traumático e indoloro, que lo realiza personal altamente capacitado, en comunicación permanente con el paciente, contándole paso a paso la forma de colocación para que también participe. A través de la sonda se infunden fórmulas nutricionales que se denominan alimento para propósito médico específico, en dosis precisas, para cubrir los requerimientos de nutrientes de cada paciente en forma personalizada, en el marco de un tratamiento integral que implementa un equipo de nutricionistas, enfermeros, médicos, fonoaudiólogos, kinesiólogos, farmacéuticos y bioquímicos, entre otros.

"Son fórmulas nutricionales completas que brindan macronutrientes y todas las vitaminas y minerales necesarios para que la persona que está recibiéndolos tenga una alimentación adecuada y completa. Además, están ajustadas a determinadas situaciones del paciente: hay fórmulas diversas, por ejemplo, algunas con más proteínas y menos fibra y otras que son aptas para pacientes diabéticos; todas estas fórmulas tienen investigación científica detrás", indicó la Lic. Jereb.

Existen varios esquemas o modalidades para administrar las fórmulas enterales: durante todo el día (como cuando el paciente se encuentra en terapia intensiva), durante la noche o el día (si el paciente se encuentra trabajando o haciendo rehabilitación las horas restantes) y también durante varios momentos del día (infusión en el horario del desayuno, almuerzo, merienda y cena). Cada paciente tiene un plan de cuidado nutricional personalizado que estará a cargo del equipo multidisciplinario. 

"Nuestro desafío, aprovechando el marco de la Semana de Concientización sobre la Alimentación por Sonda, es que la comunidad médica reconozca la importancia de la nutrición como parte del tratamiento integral del paciente. Se ha educado mucho en la importancia de la implementación de la terapia nutricional en las primeras 48hs de ingreso de un paciente, pero todavía falta mucho camino por recorrer. Nuestro compromiso es con los profesionales de la salud y con los pacientes como centro del tratamiento", concluyó la Lic. Jereb.

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El Día Mundial de la Diabetes, instituido por iniciativa de la Federación Internacional de la Diabetes y la OMS, se celebra el 14 de noviembre para conmemorar el aniversario del nacimiento de Frederick Banting, quien, junto con Charles Best, tuvo un papel determinante en el descubrimiento en 1922 de la insulina, hormona que permite tratar a los diabéticos y hacer su vida saludable.

Un factor común que sucede en todas partes del mundo es alto índice de pacientes con diabetes que no logra cumplir con los objetivos que propone el profesional que los atiende. Esto se debe a varios factores pero fundamentalmente a dos.

Por un lado, desde el punto de vista del tratamiento médico, por lo general es muy poco el tiempo que se dispone para una consulta médica y esto dificulta una mirada integral del tratamiento y de los resultados obtenidos. Más tiempo dedicado al paciente es mayor conocimiento del paciente lo que permitiría ajustar y personalizar el tratamiento hacia la necesidad y requerimiento de cada persona en cada momento.

Por otro lado, existe un factor sociocultural, debido a que existen muchas presiones externas al paciente, del contexto social, que aumentan la resistencia al cambio de hábitos de las personas con diabetes hacia una vida más sana, menos sedentaria y con una alimentación balanceada. Constantemente hay una invasión de alimentos y costumbres que fomentan un alto consumo de productos azucarados y una pulsión hacia el estilo de vida sedentaria.

Se estima que del 70 al 80% de las personas con diabetes bajo tratamiento no logra alcanzar los objetivos planteados por el profesional. En los últimos Congresos mundiales se ha instalado el concepto de realizar una atención médica mediante un método integral para los pacientes con diabetes que incluya una mirada nutricional, psicológica, sociológica y deportiva. La integración de las diversas ramas médicas, aporta y detecta de qué manera el paciente se desenvuelve a diario, realiza tareas, cómo se comporta con su organismo para poder reducir el impacto negativo del medio ambiente sobre la enfermedad.

Del mismo modo, ese nuevo tratamiento integral debe realizar un balance equilibrado que permita optimizar el tratamiento farmacológico e incorporar los adelantos tecnológicos que ya están disponibles e ir preparando el terreno para los próximos que ya vendrán.

Según la OMS, actualmente hay en el mundo 422 millones de personas con diabetes. En Argentina, la diabetes afecta a 1 de cada 10 personas mayores a 18 años. Para mejorar la calidad de vida de los pacientes con diabetes y evitar que estas cifras sigan una tendencia creciente es de suma relevancia que el tratamiento este acompañado por un cuerpo médico integrado y que a su vez, el paciente lleve adelante hábitos saludables.

  • Actualmente hay 442 millones de personas que padecen diabetes

  • Es la causa del 5% del total de las muertes del mundo.

  • Más del 80% de las muertes por diabetes se registran en países de ingresos bajos y medios

  • La mitad de las muertes corresponden a personas de menos de 70 años y un 55% a mujeres.

  • 80% de los pacientes tiene diabetes tipo 2. Se monitorea menos en lo global.

  • La diabetes no se cura, se mejora el medio ambiente hostil donde se desarrolla.

  • En Argentina la Diabetes afecta a 1 de cada 10 argentinos mayores de 18 años

  • 45% de subdiagnóstico. Personas que portan la enfermedad y no lo saben.

  • Un paciente con diabetes tipo 1 recibe 10 mini agresiones hacia el cuerpo por día (monitoreo + pinchazo)

 

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Las mejillas redondas y los pliegues en las articulaciones que hacen recordar una publicidad de neumáticos, en suma, la imagen de querubín de Rembrandt que cautivaba a nuestras abuelas se está transformando en un dolor de cabeza para padres, pediatras y sanitaristas. Considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) “uno de los más serios problemas del siglo XXI”, la obesidad infantil está creciendo en el país “a un ritmo alarmante” y anticipa un futuro complicado.

El Panorama de Seguridad Alimentaria y Nutricional elaborado por la OPS/OMS y la FAO ubica a la Argentina primera en el ranking regional de obesidad. Según ese informe, el 9,9% de los niños menores de cinco años padecen el problema. Para otros organismos, en cambio, figura segunda con un 7,3%. Continúa en la página

En el primer ranking, al país lo siguen Perú, con 9,8%, y Chile, con 9,5% . “En escuelas y en chicos de entre 11 y 12 años, llegamos a ver hasta un 48% de obesidad“, dice Irina Kovalskys, coordinadora del comité de nutrición, obesidad y actividad física de Ilsi (Instituto Internacional de Ciencias de la Vida) y docente de la carrera de Nutrición de la Universidad Favaloro.

Aunque hasta hace algunos años el sobrepeso y la obesidad eran percibidos como un problema de los países desarrollados, en la actualidad la epidemia se extiende a una velocidad de vértigo a los países de bajos y medianos ingresos. Según la Federación Interamericana del Corazón, se estima que en América latina la prevalencia de sobrepeso y obesidad en chicos menores de 5 años es de más del 7%; en escolares hasta los 11, de entre el 18,9 y el 36,9%, y en adolescentes de 12 a 19 años es del 16,6 al 36,8%. Es decir, del total de niños y adolescentes de América latina entre el 20 y el 25% de la población tiene sobrepeso y obesidad.

“La obesidad es un fenómeno global que no parece ceder y que impacta con mayor intensidad en nuestros países -dice Esteban Carmuega, director del Centro de Estudios sobre Nutrición en la Infancia (Cesni)-. En adultos, la Argentina incrementó un 18% el exceso de peso en la última década, pero la obesidad un 45%. Según la Encuesta Mundial de Salud Escolar, hecha en 2007 y 2012, en los adolescentes, el incremento del sobrepeso fue un 16% y el de la obesidad un 34%. Hoy, uno de cada cuatro escolares tiene sobrepeso. Probablemente la mayor parte de ellos serán adultos obesos y el tratamiento es poco eficaz. En 30 años, nuestras guardias estarán colapsadas de diabetes e infarto temprano.”

Este panorama no presenta grandes diferencias entre las distintas provincias, ni entre ciudades y medio ambiente rural.

Comer por placer

“El signo obesidad se está haciendo cada vez más precoz -coincide el doctor Julio Montero, ex presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimenticios (Saota)-. Esto permite prever que el futuro para estos chicos y para el conjunto de la población no es muy esperanzador.”

Aunque la obesidad en la infancia se asocia menos con hipertensión o resistencia a la insulina, como sucede en los adultos, lo que sí se sabe es que precede y es un condicionante de la obesidad del adulto, de muy difícil tratamiento. “Una vez establecida, es menos curable que muchas formas de cáncer“, dice Carmuega.

“El verdadero problema es que no sabemos cuáles son las causas de la obesidad infantil -explica el especialista-. Sí conocemos algunos mecanismos, sabemos que no hay una sola obesidad, sino muchas, y que su consecuencia final es el aumento de la masa lipídica.”

“El exceso de peso muestra que hay una respuesta acelerada e inconveniente -subraya Montero-. No es inadecuada: por el contrario, es adecuada al entorno. Está vinculada con la aparición de patrones metabólicos que cuando persisten en forma crónica se acompañan del desarrollo de enfermedades.”

Para el nutricionista chileno Ricardo Uauy, “la obesidad se debe en forma predominante a un desbalance entre lo que comemos (alimentos que nos aportan energía) y lo que gastamos (cuán activos somos en nuestros trabajos y en nuestro tiempo libre). Si comemos más de lo que gastamos, nos ponemos obesos. Esto suena muy simple, pero la realidad es que hoy en día no comemos para alimentarnos, sino por el placer de lo dulce y de lo salado; o por 10 o más razones que cada persona tiene. Por cierto, el marketing comercial nos invita a sobreconsumir una y mil veces, y en paralelo nos ponemos más sedentarios; de forma tal que la energía no gastada independientemente de su origen nos lleva a acumular grasa más allá de una reserva moderada para los tiempos de vacas flacas. En esto, las leyes de la conservación de la energía son muy claras.

Factores de riesgo

Según los especialistas, la obesidad en la niñez se debe a la combinación de varios factores. “En lo que más atención se pone es en el exceso de comida, pero esto no va desligado de la calidad -destaca Montero-. Hay comestibles que generan mayor necesidad de comer y condicionan nuestro metabolismo para que el exceso sea convertido en grasa de reserva. Otros fenómenos son secundarios: la actividad física es un «disimulante». Aquel que hace actividad física tendrá una amortiguación mayor de los procesos obesogénicos, pero es difícil que el nivel de actividad física sea suficiente para prevenir la obesidad. Lo mismo ocurre con el crecimiento: mientras estos chicos se alargan, la sobrealimentación queda disimulada, pero cuando se detiene el crecimiento, se da rienda suelta a las modificaciones corporales.”

También para Carmuega, la obesidad no es sólo comida. “Eso lleva a pensar que sólo modificando el componente alimentario terminamos con el problema. Hay que cambiar la dieta, seguro, pero también hay que modificar otras cosas -destaca-. La malnutrición es resultado de una trama multifactorial que se instala a lo largo de todo el ciclo vital y es más compleja que exceso o déficit de calorías.”

Por eso, la estrategia recomendada en el mundo es la prevención basada en intervenciones desde el embarazo hasta los años escolares.

Cada vez hay más evidencia de que el exceso de peso al iniciar el embarazo o el aumento a lo largo de la gestación aumenta el riesgo en el bebe. “El riesgo de obesidad en la progenie es 48% mayor en las madres que tuvieron una progresión superior a las recomendaciones”, dice Carmuega.

Pero esto no afecta sólo a las mujeres. Hoy se sabe que los hijos de padre y madre obesos tienen el doble de riesgo de sobrepeso, y que éste se reduce a la mitad cuando sólo uno de los progenitores lo es. “El esperma de padres con exceso de peso también genera mayor riesgo de obesidad“, puntualiza el especialista.

Otro aspecto por tener en cuenta es el sueño. “Cuando los chicos duermen menos, especialmente en los preescolares, hay tendencia a engordar -agrega el científico-. Y esto ocurre por el uso de las pantallas, la oferta de TV… El ocio se ha hecho más divertido. Los padres estamos más tiempo fuera de casa y mucha de la interacción se da en ese momento. También, las actividades paraescolares son cada vez más.”

Montero, por su parte, recomienda tener bien en claro cuáles son los alimentos que deberían representar el 80 o 90% de la nutrición de un chico sano. “Son los que algunas vez han sido tejidos vivos -asegura-: carnes, huevos, plantas, frutas, frutas secas… Todos éstos se les pueden ofrecer sin temores, porque los van a comer de acuerdo con su necesidad. Cuando el chico se acostumbra a comer dentro de su casa, lo hace de determinada forma, y reserva lo demás sólo para momentos especiales, no hay problema. Los granos o cereales deben ser las semillas y no los subproductos. En cuanto a las grasas, mientras formen parte de un alimento natural, no deberían ser eliminadas. Lo que no deberíamos comer son las agregadas.”

El impacto silencioso en los chicos

Desde los años 70, numerosos estudios mostraron la tendencia al arrastre de los factores de riesgo cardiovascular asociados con la obesidad. “Se vio que el aumento de la grasa corporal total y de la visceral están asociadas con insulinorresistencia e incremento de la incidencia de diabetes tipo II en la adolescencia”, explica la doctora Carmen Mazza, ex jefa de la sección Nutrición y Diabetes del Hospital Garrahan, una de las pioneras en la investigación de la obesidad infantil y sus efectos metabólicos. Mazza subraya que si bien las cifras del país aún no son tan impresionantes como las de EE.UU. (donde el aumento de la prevalencia de diabetes tipo II en chicos a lo largo de los últimos 30 años pasó del 2% a entre el 16 y el 20%), estudios publicados por su grupo mostraron la presencia precoz de resistencia a la insulina y factores inflamatorios en chicos obesos. “En la población que estudiamos, entre el 8 y el 10% ya tenía alteraciones claras en el metabolismo de los hidratos de carbono y el 2% tenía diabetes tipo II. Una tercera parte mostró alguna alteración en los lípidos, y entre el 15 y el 20% tenía valores altos de presión arterial -destaca-. En el país, tres de cada 10 chicos tienen obesidad o sobrepeso, y el 50% de ellos ya presenta algún factor de riesgo cardiometabólico.”

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