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Investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) y el Centro Médico Veterans Affairs de esa ciudad en Estados Unidos, advierten que el aumento de los medicamentos para la hipertensión arterial al dar de alta hospitalaria a los pacientes adultos mayores puede presentar un mayor riesgo de caídas, desmayos y lesiones renales agudas que superan los beneficios potenciales.

Según publican este lunes en ‘JAMA Internal Medicine’, entre los más de 4.000 pacientes de al menos 65 años, hospitalizados por afecciones no cardíacas, los investigadores descubrieron que el alta con antihipertensivos intensificados no reducía los eventos cardiovasculares ni mejoraba el control de la presión arterial después de un año, pero sí aumentaba el riesgo de readmisión y eventos adversos graves dentro de los primeros 30 días después del alta.

El control de la presión arterial es a largo plazo, pero durante la hospitalización, puede elevarse temporalmente en respuesta a la enfermedad y el estrés del paciente

"Nuestros hallazgos sugieren que hacer cambios en la medicación durante este período no es beneficioso. En cambio, aplazar los ajustes de medicamentos a los médicos ambulatorios para que consideren una vez que los pacientes se recuperan de su enfermedad aguda probablemente sea un curso más seguro” dice el autor principal, El doctor Timothy Anderson, investigador de atención primaria en la División de Medicina Interna General en UCSF.

La presión arterial se mide con frecuencia durante las hospitalizaciones y a menudo fluctúa. Investigaciones anteriores han demostrado que una presión arterial más alta debido al dolor, el estrés, la ansiedad y la exposición a nuevos medicamentos mientras está en el hospital puede llevar a los médicos a intensificar el tratamiento antihipertensivo, potencialmente sin conocimiento de otros factores del paciente, como antecedentes de medicamentos, intolerancia a los mismos, barreras a la adherencia a la medicación y al éxito a largo plazo en el control de la enfermedad.

En el estudio, Anderson y sus colegas utilizaron datos nacionales de VA y Medicare para examinar los resultados clínicos de 4.056 veteranos con hipertensión que fueron hospitalizados entre enero de 2011 y diciembre de 2013 por afecciones comunes no cardíacas que generalmente no requieren tratamiento para la hipertensión intensificada.

Los pacientes se dividieron en partes iguales entre aquellos dados de alta del hospital con antihipertensivos intensificados y aquellos que no.

A los 30 días después del alta, los veteranos que tomaban medicamentos para la presión arterial tenían un riesgo significativamente mayor de readmisión al hospital que los pacientes que no recibieron antihipertensivos adicionales: 21,4 por ciento (434 de 2.028 pacientes que recibieron antihipertensivos) contra 17,7 por ciento (358 pacientes que no) y de experimentar eventos adversos graves relacionados con la medicación, como caídas, desmayos y daño renal agudo, en 4,5 por ciento (91 pacientes) contra 3,1 por ciento (62 pacientes).

El estudio no encontró una reducción en la presión arterial o el reingreso al hospital por afecciones cardiovasculares en el año posterior al alta entre los pacientes que recibieron antihipertensivos intensificados en comparación con aquellos que no lo hicieron, con 13,8 por ciento (280 pacientes) contra 11,9 por ciento (242 pacientes).

“El objetivo de iniciar a los pacientes con nuevos medicamentos para la presión arterial es reducir su riesgo a largo plazo de ataques cardíacos, insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares, pero nuestro hallazgo sugiere que el momento adecuado para comenzar estos medicamentos no es cuando los pacientes son hospitalizados por otras afecciones”, dice el autor principal, el doctor Michael Steinman, profesor de Geriatría de la UCSF y médico en la clínica de geriatría y servicio de medicina general para pacientes hospitalizados en el Centro Médico VA de San Francisco.

“Es posible que no hayamos observado ningún beneficio con estos medicamentos intensificados porque los pacientes los dejaron después de regresar a casa debido a los efectos secundarios o porque sus médicos ambulatorios consideraron que no precisaban de ellos”, añade.

Los autores recomiendan que los médicos del hospital revisen los registros previos de presión arterial y medicamentos de los pacientes, y que comuniquen lecturas elevadas de presión arterial en pacientes hospitalizados a los médicos ambulatorios de los pacientes para un tratamiento adicional después del alta, en lugar de simplemente recetar más medicamentos para la presión arterial.

Anderson advierte que los hallazgos no se aplican a las personas ingresadas en el hospital por afecciones cardíacas, en las que cambiar los medicamentos para la presión arterial puede ser beneficioso. Tampoco pueden aplicarse a poblaciones más jóvenes o más saludables que las del estudio de VA.

“Nuestro estudio se centró en la presión arterial, pero los medicamentos para otras afecciones crónicas también pueden ajustarse durante la hospitalización con resultados inciertos”, precisa Anderson.

Los investigadores actualmente están explorando cómo los medicamentos para la diabetes se ven afectados por la hospitalización y los resultados a largo plazo asociados con esas decisiones.

Fuente: Europa Press / COFA

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Un reciente trabajo, publicado en la revista ‘Hypertension’, en el que participan investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid y del Ciber de Enfermedades Cardiovasculares (Cibercv), entre otras instituciones españolas, ha identificado a la enzima prostaglandina E sintasa microsomal 1 (mPGES-1) como un nuevo mediador implicado en el daño vascular asociado a la hipertensión arterial.

La hipertensión es un grave problema de salud pública responsable de aproximadamente la mitad de los casos de ictus y cardiopatía isquémica, además de alrededor de un 13 por ciento de la mortalidad a nivel mundial. Esta patología se asocia a una disminución de las respuestas vasodilatadoras, incremento de rigidez y a cambios estructurales en las arterias, lo que puede llevar a la aparición de eventos cardiovasculares y daño en órganos diana.

Distintos estudios han sugerido que en estas alteraciones se encuentran implicados diversos mediadores inflamatorios, como algunas prostaglandinas, o las especies reactivas de oxígeno. Sin embargo, todavía es necesario conocer mejor la participación de estos mediadores, con el fin de diseñar herramientas farmacológicas que puedan combatirlos.

Ahora, un equipo español ha demostrado que la inhibición de la actividad de la enzima mPGES-1, y por tanto la inhibición de la producción de prostaglandina E2, evita el daño vascular asociado a la hipertensión, a través de un efecto que implica además la disminución de la producción de especies reactivas de oxígeno.

El equipo está compuesto por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), el Cibercv y los Institutos de Investigación Biomédica de La Paz, Sant Pau (Barcelona), Navarra y Sevilla.

La enzima mPGES-1

Para obtener sus resultados, los investigadores utilizaron modelos animales de hipertensión, ratones que no expresan mPGES-1 y células inmunes procedentes de pacientes con elevado riesgo cardiovascular.

“Encontramos que arterias de modelos animales de hipertensión presentan una elevada expresión de esta enzima, y que su eliminación evita el daño vascular producido por la hipertensión”, declaran los autores.

“Además –añaden– existe una importante correlación entre la expresión de esta enzima en células mononucleares periféricas y el daño vascular observado en pacientes. Entre los mediadores responsables de este efecto pudimos observar que las especies reactivas de oxígeno jugaban un importante papel”.

Actualmente, existen fármacos ampliamente utilizados, como los antinflamatorios no esteroideos, que bloquean la producción de PGE2. Sin embargo, estos fármacos pueden elevar el riesgo cardiovascular a largo plazo por inhibir también la síntesis de prostaglandinas protectoras a nivel cardiovascular.

“Nuestros resultados sugieren que el bloqueo selectivo de la producción de PGE2, a través de la inhibición de la mPGES-1, podría ser una alternativa terapéutica más segura para combatir el daño vascular asociado a la hipertensión”, concluyen los autores.

El estudio fue dirigido por las investigadoras del Cibercv Ana Mª Briones y Mercedes Salaices (UAM), y ha recibido financiación de instituciones nacionales e internacionales.

 

Fuente: Consenso Salud

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El estudio de 5,5 millones de adultos en Reino Unido durante 10 años, publicado en la revista ‘PLOS Medicine’, reveló que la presión arterial más alta en la vida temprana se asocia con un riesgo significativamente mayor de insuficiencia mitral en el futuro, una enfermedad que hace que el corazón sea menos eficiente para bombear sangre alrededor del cuerpo y en casos severos puede conducir a insuficiencia cardiaca.

“Nuestra investigación sugiere que este trastorno de la válvula común y discapacitante no es una consecuencia inevitable del envejecimiento, como se suponía anteriormente, sino que puede evitarse”, afirma el profesor Kazem Rahimi, autor principal del estudio y subdirector del Instituto George de Reino Unido.

“Dada la gran y creciente carga de la enfermedad valvular mitral, particularmente entre las personas mayores, creemos que estos hallazgos probablemente tengan implicaciones significativas para las políticas y prácticas médicas en todo el mundo”, añade.

La regurgitación mitral conduce a un reflujo de sangre hacia el corazón, causando síntomas como dificultad para respirar, cansancio, mareos y dolor en el pecho. Es más común en las personas mayores y puede asociarse con un mayor riesgo de mortalidad. A pesar de los avances significativos en la comprensión de la enfermedad valvular, hasta ahora se ha considerado la insuficiencia mitral en gran parte un trastorno degenerativo, como resultado del debilitamiento de la válvula a lo largo del tiempo a causa del “desgaste”.

Esto ha llevado a los médicos a concentrarse en el tratamiento, es decir, la cirugía para reparar o reemplazar la válvula, en lugar de la prevención. El nuevo estudio sugiere que se necesitan más investigaciones para evaluar si la reducción de la presión arterial, a través del ejercicio, la dieta o la disminución de la presión arterial, podría reducir el riesgo de que se produzca el trastorno.

“Con el envejecimiento mundial y el crecimiento de la población, es probable que veamos un número cada vez mayor de casos de esta enfermedad –subraya Rahimi–. Tenemos que encontrar medidas efectivas y económicas para afrontarlo y nuestro estudio sugiere una posible vía para la prevención, mediante la reducción de la presión arterial alta”.

Fuente: El Economista – España

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