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Una investigación, publicada en la revista ‘Cell’, identifica un receptor para la irisina, una hormona del ejercicio, y muestra que la irisina afecta a la esclerostina en roedores, un importante regulador celular de la estructura ósea en los seres humanos. El trabajo puede aportar información para futuros tratamientos para la osteoporosis, que causa más de 8,9 millones de fracturas en todo el mundo anualmente.

“Estos resultados son posibles cambios en el juego en los campos del metabolismo, la biología de los huesos del músculo y el ejercicio”, subraya el coautor Bruce Spiegelman, biólogo del cáncer en el Instituto del Cáncer Dana-Farber de Boston, Estados Unidos. “Mostramos que la irisina funciona directamente sobre los osteocitos, el tipo de célula más abundante en el hueso”, concreta.

La irisina, secretada por el músculo esquelético en respuesta al ejercicio de resistencia en ratones y humanos, se ha relacionado con el fortalecimiento de los huesos, la quema de calorías y la mejora de la cognición. Pero su existencia fue controvertida y el mecanismo que subyace a su efecto en el hueso resultó difícil de alcanzar.

 Los esqueletos de los mamíferos son sometidos a continuas remodelaciones. El hueso viejo o dañado se reemplaza con células nuevas, un proceso que a menudo comienza con la muerte o la descomposición de las células óseas existentes. El ejercicio y la irisina activan la proteína esclerostina, un factor de degradación ósea que es secretado por los osteocitos en respuesta al estrés mecánico aplicado al esqueleto.
 
La descomposición ósea, una señal para formar hueso
“La descomposición intermitente de los huesos parece interpretarse como una señal para remodelar y construir huesos –apunta Spiegelman–. La prueba de concepto para esto ya existe, ya que la terapia con hormona paratiroidea (PTH, por sus siglas en inglés) para el tratamiento de la osteoporosis también es un factor de degradación ósea”.Se ha demostrado que pequeñas dosis de irisina mejoran la densidad ósea y la resistencia ósea en ratones. Para examinar más a fondo el papel de la irisina, los investigadores inyectaron ratones con irisina durante seis días. Las inyecciones elevaron los niveles de esclerostina en su sangre y aumentaron su masa ósea. Además, los ratones genéticamente modificados para carecer de irisina no desarrollaron osteoporosis.Los próximos pasos, dice Spiegelman, se centrarán en la optimización de diferentes versiones de la irisina y los anticuerpos de la irisina para que sea posible manipular sus efectos a través de terapias de proteínas. “También estamos examinando sus efectos en la grasa y en los sistemas nerviosos”, adelanta. Identificar el receptor molecular para la irisina, explica, es un paso importante hacia la búsqueda de nuevas células y tejidos que respondan a esta hormona.

 

Fuente: Europa Press / COFA

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