Dado que muchos países enfrentan retrasos en la vacunación debido a la escasez de trabajadores y los problemas de distribución, los funcionarios de salud ahora sugieren que estaría bien retrasar la segunda dosis de la vacuna de dos componentes hasta seis semanas.
William Petri, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Virginia, se ha hecho eco del estado de preguntas de sus pacientes, sobre si la vacuna COVID-19 seguirá funcionando si las personas se retrasan en recibir su segunda dosis. Por ello acaba de publicar un detallado documento que analiza esta perspectiva.
“Dos dosis, separadas por tres a cuatro semanas, es el enfoque probado y verdadero para generar una respuesta inmunitaria eficaz a través de la vacunación, no solo para COVID sino también para la hepatitis A y B y otras enfermedades”, afirma.
La primera dosis prepara el sistema inmunológico e introduce al cuerpo el germen. Esto permite que el sistema inmunológico prepare su defensa. La segunda dosis, o refuerzo, brinda al sistema inmunológico la oportunidad de aumentar la calidad y cantidad de los anticuerpos utilizados para combatir el virus.
En el caso de las vacunas Pfizer y Moderna COVID-19, la segunda dosis aumenta la protección que brinda la vacuna de un 60% a aproximadamente un 95%.
En el ensayo clínico, la segunda dosis de la vacuna Pfizer se administró tan pronto como el día 19 y hasta el día 42 al 93% de los sujetos. Dado que la protección fue aproximadamente del 95% para todos los que fueron vacunados dentro de esta “ventana” de tiempo, hay pocas razones para no permitir cierta flexibilidad en el momento de la segunda dosis 2.
A medida que haya más vacunas disponibles, el momento de la segunda dosis debería acercarse a las cuatro semanas para las vacunas Pfizer y Moderna. “Pero la buena noticia es que, aunque los suministros siguen siendo limitados, la ciencia sugiere que no hay nada malo en recibir una segunda dosis hasta 42 días después de la primera”, indica el profesional en su documento.
Las vacunas Pfizer y Moderna utilizan ARN mensajero que codifica la glucoproteína de pico. Tras la inyección de la vacuna, el ARNm entra en las células inmunitarias llamadas células dendríticas. Las células dendríticas utilizan las instrucciones escritas en el ARNm para sintetizar la glicoproteína de pico distintiva, que caracteriza al virus SARS-CoV-2 que causa COVID-19. Estas células inmunes luego muestran la glicoproteína de pico a las células B, que luego producen anticuerpos anti-pico.
Las vacunas de ARNm tienen la capacidad única de inducir un tipo especial de célula inmunitaria, llamada célula auxiliar folicular T, para ayudar a las células B a producir anticuerpos. Las células T hacen esto a través del contacto directo con las células B y enviando señales químicas que le dicen a las células B que produzcan anticuerpos. Es esta ayuda en la producción de anticuerpos lo que hace que estas vacunas sean tan efectivas.
Pero no todas las células B son iguales. Hay dos tipos que producen anticuerpos anti-picos: células plasmáticas de larga duración y células B de memoria. Las primeras, como su nombre lo indica, viven en la médula ósea durante años después de la vacunación, produciendo continuamente anticuerpos, en este caso anticuerpos anti-espiga. Estas células B de larga duración no necesitan ser estimuladas.
Las células B de memoria, por otro lado, viven en un estado similar a la hibernación. No producen anticuerpos hasta que son estimulados por un refuerzo de la vacuna, o están expuestos a la infección con el coronavirus que causa COVID-19. Esa es la razón por la que necesitamos esa segunda dosis. Juntos, estos dos tipos de células B proporcionan un nivel constante de protección.
Con la escasez actual de vacunas y los problemas para establecer la infraestructura para vacunar a millones de personas, a muchos médicos les preocupa que la segunda dosis no se administre en el período prescrito de tres a cuatro semanas.
Ese refuerzo es necesario para que las células T estimulen a las células B de memoria para producir cantidades masivas de anticuerpos. Si el refuerzo no se administra dentro de la ventana apropiada, se producirán cantidades menores de anticuerpos que pueden no brindar una protección tan poderosa contra el virus.
Tener más de 50 años se había convertido en el factor decisivo para recomendar suplementos de calcio y vitamina D, sin embargo, las necesidades de los pacientes no se veían cubiertas con dosis genéricas. Ginecólogos de la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (Seiomm) advierten que las fracturas se reducirían, únicamente, al combinar vitamina D con calcio.
Si en algo están de acuerdo los expertos ante la controversia sobre beneficios o riesgos en fracturas y posibles eventos cardiovasculares por la ingesta de suplementos de calcio y vitamina D es en la necesidad de seleccionar bien a los pacientes que los necesitan y de ajustar las dosis adecuadas para cada patología ósea.
Este ha sido uno de los debates candentes del XXII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (Seiomm), en Elche. Su moderador, José Luis Neyro, consultor del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital de Cruces de Vizcaya, ha dado una explicación posible a las dudas sobre los suplementos de calcio. “En muchas ocasiones hemos mezclado las necesidades de pacientes con osteoporosis -que requieren adición de calcio y vitamina D al tratamiento, según la evidencia científica- con las de personas no enfermas pero que por tener más de 50 años deben cuidar su esqueleto, evaluar periódicamente el nivel de vitamina D, incluso adecuar la ingesta de calcio”.
Al subrayar que ni son el mismo grupo de pacientes ni comparten necesidades, Neyro ha validado la importancia del calcio y la vitamina D para la salud ósea, y recalca que en el caso de tratamiento para la osteoporosis la ingesta adecuada y la repleción de vitamina D son críticas “para maximizar la eficacia antifractura en la respuesta a terapias osteoactivas”.
Habría suficiente evidencia de que la vitamina D y el calcio pueden reducir las nuevas fracturas, pero sólo si se administran juntos. Las principales dudas apuntadas por este ginecólogo giran en torno a las dosis de cada uno de ellos, a la elección entre calcio dietético o farmacológico, a la duración del tratamiento en diferentes grupos de edad, incluso a los posibles riesgos a largo plazo.
Diferencias por sexo y edad
El temor a la influencia de estos suplementos en eventos cardiovasculares también tiene que solventarse con prudencia, según Neyro, que recomienda “diferenciar el sexo del paciente al prescribir, pues los comportamientos del calcio a largo plazo difieren, pero también tener en cuenta el estado de salud previo y las comorbilidades”. Y en cuanto a la vitamina D, su producción endógena disminuye tras los 50 años. “Ese parece un buen momento para determinarla en sangre y cuidar sus niveles, pero sin confiar solo en la dieta para conseguirlos”.
Los requerimiento diarios de calcio se estiman adecuados entre 1.000 y 1.200 mg que pueden obtenerse con relativa facilidad en la dieta o con alimentos suplementados. Pero siempre precisarán suplementos de calcio nutricionales o farmacológicos personas intolerantes a la leche, con limitación de secreción gástrica por la edad, por el empleo de ciertos fármacos, gastrectomía u otras causas de malabsorción. Se estima que las necesidades de vitamina D serían de 800 a 1.000 UI.
Fuente: Diario Médico – España