Las dietas ricas en sodio han sido relacionadas con presión arterial alta por más de 4000 años. A lo largo de los últimos dos siglos se demostró que la ingesta elevada de sodio contribuye con la Hipertensión Arterial, y estudios epidemiológicos han confirmado que la reducción de sodio se relaciona con menores niveles de presión arterial, logrando entonces, en consecuencia, menor número de enfermos cardiovasculares y menor mortalidad.
La Organización Mundial de la Salud -OMS- recomienda que la ingesta diaria de sodio no supere los cinco gramos, mientras en nuestro país se consume habitualmente más del doble, aun sabiendo que la reducción de tres gramos en el consumo diario de sal por habitante podría evitar unas 6.000 muertes al año por causas prevenibles.
Modificar estos niveles sería beneficioso no solo para pacientes con enfermedades crónicas, sino también para las personas saludables que buscan evitar los factores de riesgo que promueven diversas enfermedades.
En los últimos años se han detectado también resultados importantes en la injerencia de altos niveles de sodio en enfermedades como la diabetes, enfermedades vasculares de pequeños vasos, la rigidez arterial, y las enfermedades renales, entre otras.
En el caso de los diabéticos, pacientes con alto riesgo cardiovascular, la dieta reducida en sodio ha demostrado tener la propiedad de mantener la salud renal al disminuir la pérdida de proteínas por la orina y la inflamación en las arterias observada en esta enfermedad, y al potenciar la acción de los medicamentos utilizados en la diabetes para controlar la Hipertensión Arterial.
En los adultos mayores, el deterioro cognitivo suele estar asociado a la enfermedad cerebral de los pequeños vasos. Esta enfermedad es la responsable de la mayoría de los cuadros de demencia vascular, depresión y discapacidad física; así como también la responsabilidad de uno de cada cinco accidentes cerebrovasculares, con la consiguiente disminución de masa neuronal. Estudios publicados en los dos últimos años demuestran el efecto beneficioso de la dieta hiposódica en esta enfermedad.
Por último, en población joven cobra cada vez más importancia la valoración de la rigidez de las arterias, así como la Presión Arterial medida en la Aorta. Su importancia se debe a su acción directa sobre partes vitales del cuerpo humano como el corazón, el cerebro o el riñón. Recientes trabajos demuestran cómo la dieta reducida en sodio mejora la rigidez arterial y disminuye la presión aortica central en pacientes jóvenes y de edad media, evitando daños cardíacos o cerebrales en personas jóvenes.
“Contemplando estos resultados, es evidente que cobra mayor importancia fomentar la menor ingesta de sodio desde edad temprana, ya que sus efectos negativos alteran el organismo desde el primer momento y a lo largo de la vida”, comentó el Dr. Juan Carlos Pereira Redondo (MN 67509), Secretario Científico del Consejo de Hipertensión Arterial de la Sociedad Argentina de Cardiología, y Jefe de Unidad de Hipertensión Arterial CEMIC. “Reducir el consumo de sodio en alimentos y bebidas logrará que nuestro riesgo de padecer enfermedades disminuya, permitiéndonos llevar adelante un estilo de vida más saludable”, agregó el profesional.
La OMS apoya la iniciativa 25x25 de la World Heart Federation, la cual propone reducir en un 25% la mortalidad prematura por enfermedades cardiovasculares hacia el año 2025; más detalladamente: reducir un 25% el consumo de sodio en la población en general, y un 30% en pacientes diagnosticados. “Desde la Sociedad Argentina de Cardiología, como de la Fundación Cardiológica Argentina, adherimos a esta campaña”. Agregó el especialista. “Para lograrlo, la concientización es el primer paso”, afirmó.
Conferencia TEDx Mar del Plata, año 2015. Primera experiencia de esta incipiente organización en la costa Argentina. Primer participante: una médica, una colega, Georgina Sposetti, que se presenta en el escenario con delantal blanco, como el que usa la comunidad médica. Habla de la enfermedad, de cómo se produce en un paciente que tiene una enfermedad crónica el duelo por su salud, desde el momento en que la niega rotundamente hasta que termina aceptándola y generando alguna acción hacia la cual abordar el autocuidado desde una perspectiva positiva. Menciona el sufrimiento, la angustia y la incertidumbre de no saber cómo solucionar el problema de salud y alcanzar el bienestar perdido.
Pero luego, pasada la mitad de la charla, Georgina hace una pausa, se quita el delantal y comenta que un día ella también se enfermó, también comenzó a realizar su propio duelo por la patología, y que así atravesó, ni más ni menos, como los manuales indican, las fases de ese ciclo. “El día que supe de mi enfermedad crónica me recibí de paciente, ese día me vi sentada del otro lado del escritorio”, remata.
¿Qué hacer?
Cuando una persona contrae o desarrolla una enfermedad crónica, especialmente una rara, poco conocida, busca opciones para salir de ella. Una de esas opciones, menciona Sposetti, es encontrar algún ensayo clínico que indague posibles nuevos fármacos/técnicas para la cura. Integrarse a un protocolo de estas características puede ayudar.
Como dice ella, “la única forma que tiene la ciencia de generar nuevas curas para las enfermedades de forma segura y eficaz es realizar estudios de investigación. Estos estudios se realizan en todas partes del mundo con protocolos aprobados por comités de ética que cuidan la seguridad de aquellos que participan como voluntarios. Participar de un ensayo clínico es una alternativa de tratamiento, para los que no encuentran cura para sus enfermedades o los que buscan nuevos medicamentos que podrían tener menos efectos adversos, o simplemente los que quieren ayudar a otros siendo parte del progreso de la ciencia”.
Un ensayo para mí
“Hasta hace un tiempo era muy difícil para un paciente encontrar un ensayo clínico donde participar de forma segura y amigable- continúa la doctora- y peor aún, si se enteraban que existían era misión imposible contactarse por sí mismos con los investigadores que estaban trabajando en ello. A veces, las personas llegan a los ensayos en etapas terminales de la enfermedad. Otras veces, ni siquiera se enteran de la posibilidad de participar en la búsqueda de una cura”.
Y es muy cierto. Los pacientes crónicos necesitan mantener una luz de esperanza con respecto a su recuperación, la visión de una mínima posibilidad para continuar su lucha diaria. Si sobreviene el desaliento, seguramente disminuye la adherencia al tratamiento y el recrudecimiento de los síntomas.
“Así nació Un Ensayo para Mí –nos informa Georgina- la primera plataforma online gratuita para Argentina y Latinoamérica donde los pacientes pueden buscar por enfermedad los ensayos clínicos y ponerse en contacto directo con los investigadores. La plataforma no solo permite encontrar esos estudios de investigación de una forma amigable y sencilla, sino que busca empoderar a los pacientes brindando información segura para que conozcan de qué se trata participar, cuáles son sus derechos y conozcan los mitos y verdades detrás de los ensayos clínicos”. El impacto de este dispositivo es grande: “más de un millón y medio de personas participan cada año en alrededor de 80.000 ensayos clínicos en todo el mundo. La mayor parte de ellos se lleva adelante en países del primer mundo. En la Argentina, se llevan a cabo actualmente más de 800 estudios en distintas enfermedades” nos explica la doctora.
Una iniciativa que surgió de su propio dolor, pero crece y crece para aliviar el de miles de personas. Un ejemplo de cómo se puede trocar el sufrimiento en altruismo, en conciencia amplia, generalizada. Ejemplo de un médico que además de su profesión ejerce la compasión o la bondad amorosa, pilar de la terapéutica de curación de cualquier enfermedad.
*Martín Reynoso es psicólogo, coordinador de Mindfulness en INECO y autor de Mindfulness, la meditación científica.
Fuente: Clarín salud
Las frutas y las verduras son uno de los grupos de alimentos fundamentales en toda alimentación saludable. Deben estar presentes en mayor proporción en la alimentación diaria y ocupar la mitad del plato en el almuerzo y la cena. No hay otro alimento que las reemplace ya que aportan propiedades únicas. Entre otras cosas las frutas y las verduras contienen antioxidantes conocidos como flavonoides.
El mencionado experimento fue realizado con 50 ratones sin modificaciones genéticas alimentados con una dieta alta en frutas cítricas (limas, limones y naranjas) durante 1 mes, y reveló que en el futuro podrán utilizarse flavononas cítricas, para prevenir o retrasar enfermedades crónicas causadas por la obesidad.
La investigación fue llevada a cabo por científicos de la Universidad Estatal Paulista en Brasil, y sus resultados fueron presentados en el National Meeting & Exposition of the American Chemical Society (ACS).
Los ratones fueron divididos en grupos y fueron alimentados con una dieta estándar, una dieta alta en grasas, una dieta alta en grasas pero con hesperidina (flavanona de las naranjas), una dieta alta en grasas más eriocitrina (limones), y una dieta alta en grasas y eriodictiol (limas).
Tras este lapso de tiempo, hallaron que, en comparación con la dieta estándar, en la dieta alta en grasas aumentaron los niveles de marcadores de daños en las células en un 80% en la sangre y un 57% en el hígado de los ratones. Por otro lado, la hesperidina, la eriocitrina y el eriodictiol contribuyeron a una disminución de estos niveles en el hígado en un 50%, 57% y un 64%, respectivamente, en comparación con la dieta alta en grasas sin flavanonas.
“Nuestros estudios no mostraron ninguna pérdida de peso debido a las flavanonas cítricas. Sin embargo, incluso sin ayudar a los ratones a perder peso, los convertía en ratones más saludables con un menor estrés oxidativo, menos daño al hígado, menos nivel de lípidos en sangre y disminución de glucosa en sangre”, señaló el líder de la investigación. Thais B. Cesar.
Fuente:
| El Observador – Uruguay |