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Científicos de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), ICREA y Ciberned han identificado un mecanismo fisiológico que mantiene la capacidad regenerativa de las células madre musculares y que, sorprendentemente, resiste el paso del tiempo mucho más de lo esperado, hasta la edad geriátrica.

Este nuevo estudio, publicado en la revista Nature Cell Biology, recoge los resultados de más de siete años de investigación y colaboraciones con diversos laboratorios de Europa y EE UU.

La regeneración del músculo esquelético depende de una población de células madre musculares (células satélite) que se encuentran en un estado latente o quiescente, una situación que puede activarse por daño o estrés para formar nuevas fibras musculares y expandirse en nuevas células madre. Se sabe que las funciones regenerativas de estas células madre disminuyen con el envejecimiento.

Los autores han constatado en experimentos con ratones que todas las células madre musculares, a pesar de estar en quiescencia, no son iguales, y han identificado un subgrupo que mantiene su capacidad regenerativa a lo largo del tiempo, decayendo solo en la edad geriátrica.

Capacidad regenerativa superior

Los investigadores han demostrado que este subgrupo de células madre quiescentes poseen una capacidad regenerativa superior a través de la activación de la vía de señalización asociada a FoxO (un factor regulador de la expresión génica previamente asociado a la longevidad), el cual mantiene la expresión de un programa génico joven a lo largo de la vida.

Sin embargo, en la edad geriátrica se pierde la activación de FoxO en este subgrupo de células, lo que provoca su pérdida de funcionalidad. Según los resultados, los fármacos que activen FoxO pueden tener un efecto rejuvenecedor para la musculatura, abriendo la posibilidad de mejorar la salud de personas ancianas debilitadas por la pérdida de masa muscular.

Es más, tal y como concluyen los expertos, también puede ser útil para personas que han perdido masa muscular por enfermedades neuromusculares o por efectos asociados al cáncer o patologías infecciosas o inflamatorias.

Publicado en Noticias
Miércoles, 01 Noviembre 2017 14:09

Ejercicio y vejez

Científicos del Instituto Leloir y de la UBA lo probaron en ratones; el trabajo se publicó en la tapa de la revista Cell Reports

 
 
Mostraron que durante el envejecimiento la actividad física no solo acelera la generación de nuevas neuronas, sino que promueve su conexión con los circuitos del hipocampo (un área vinculada con la memoria y el aprendizaje).

 

“Hasta ahora se sabían dos cosas -explica Alejandro Schinder, que lideró el equipo formado por Silvio Temprana, Jessica Sulkes-Cuevas, Karina Büttner y Cristina Monzón (del Instituto Leloir), y Paula Fontanet, Fernanda Ledda y Gustavo Paratcha (del Instituto de Biología Celular y Neurociencias, dependiente del Conicet y la UBA)-. Una es que con el envejecimiento disminuye la cantidad de neuronas que se generan en el hipocampo. La otra es que con el ejercicio aumenta la cantidad de neuronas en esa región del cerebro. Nosotros nos preguntamos si la calidad de esas nuevas células nerviosas es parecida a la del cerebro joven.”

Trabajando con roedores, los científicos registraron la curva de crecimiento de las células que se generaban en el cerebro de los ratones. “Lo primero que encontramos es que, durante el envejecimiento, las neuronas crecen mucho más lentamente y se mantienen desconectadas del circuito durante más tiempo. Estarían como «dormidas». Esto podría reflejar una incapacidad de las neuronas del cerebro envejecido para crecer y conectarse adecuadamente”, afirma en un comunicado del Instituto Leloir la primera autora del estudio, Mariela Trinchero.

“Vimos que tardan mucho más tiempo en desarrollarse que las de un animal joven -coincide Schinder-. Eso puede ocurrir porque son distintas o porque las características del cerebro están muy alteradas por la edad. El envejecimiento es el mayor factor de riesgo para las enfermedades neurodegenerativas y lo que se observa es que, si se crean nuevas neuronas, no se conectan eficientemente.”

En un segundo paso, los científicos se preguntaron si esto es modificable. Descubrieron que cuando ponían a los ratones a correr, las nuevas neuronas de animales sedentarios eran absolutamente diferentes de las de los individuos activos.

Al colocar rueditas en las jaulas, los ratones viejos llegaron a correr entre 10 y 20 km por día. Luego de tres semanas, las neuronas nuevas de ratones corredores se veían similares a las de ratones jóvenes, mientras que las neuronas de ratones viejos “sedentarios” estaban atrofiadas.

“Las de los inactivos tenían prolongaciones cortitas -subraya Schinder-. Pero las de los «corredores» eran iguales a las de un animal joven.” La foto de tapa de la revista Cell Reports, que acaba de publicar el trabajo, muestra una dendrita de un animal sedentario, casi sin conexiones, y la de uno activo, poblada de prolongaciones. La diferencia entre ambas fue absolutamente infrecuente, de un 400%.

Ya muchos trabajos sugerían que la actividad física tiene un efecto muy rápido, muy contundente y muy beneficioso en la plasticidad del cerebro envejecido. Para los investigadores, parte de esos efectos pueden atribuirse a factores neurotróficos (al medio ambiente) que decrecen con la edad.

“Si activamos las señales de factores neurotróficos sin actividad física, se registran cambios positivos -dice Schinder-. Si los ponemos a correr, pero les bloqueamos los factores neurotróficos, los efectos tampoco son los mismos.” Los investigadores también mostraron que si se coloca a los ratones en un ambiente enriquecido, en el que pueden explorar y mantenerse estimulados, no se obtienen efectos tan contundentes como con el ejercicio físico.

De acuerdo con el científico, el estudio es alentador porque muestra que incluso en la vejez existe una capacidad latente para el remodelado de circuitos neuronales.

“Estos resultados obtenidos en animales de laboratorio generan perspectivas sumamente interesantes en el mundo clínico -subraya-. Y se plantea una serie de preguntas. ¿Puede el ejercicio físico mejorar nuestra plasticidad cerebral y capacidad de aprendizaje durante el envejecimiento? ¿Puede el ejercicio demorar el inicio de enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer o Parkinson, o mejorar la capacidad de reparar el daño que producen?”.

Y concluye: “Cuando hace dos mil años los romanos decían mens sana in corpore sano, evidentemente sabían muy bien de lo que estaban hablando”.

Fuente: La Nación

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